Lo que aprendí de la muerte...

 ¡Hola Mundo!

Estoy pensando que la edad me está haciendo escribir cosas con mayor profundidad y lo digo con un toque de humor, porque mi percepción de la vida es ahora muy distinta, al igual que la del tema del post del día de hoy; me siento muy segura de mí misma para poder hacerlo en este momento de mi vida.



¿Qué es la muerte? No es más que el fin de la vida, tal cual, sin más letras eso es. Es una paradoja real. Después del trauma de la pérdida inicial donde el inconsciente se protege y se paraliza, vienen las enseñanzas. Hay que buscarlas para así continuar viviendo con calidad.

Durante nuestra vida nos enfrentamos a diversas situaciones, muy a parte de lo que sabemos que está dentro de la naturaleza y lo que es el ciclo de vida del ser humano: nacer, crecer, reproducirse y morir, son las etapas a las que de cierta manera estamos destinados y preparados para afrontar; sin embargo, hay una a la que muchos le tenemos miedo o cierto grado de "precaución" y es a morir, lo vemos con temor y hasta con cierto terror, aunque es algo de lo más normal pareciera que no estamos preparados para ello.

Yo crecí la mayor parte de mi vida con la familia de mi mamá y me ha tocado vivir la muerte de varios miembros de ella así como de una de mis mejores amigas y recientemente la de mi hermano; pensé que las primeras pérdidas las había afrontado de la mejor manera y que entendí parte de lo que es la muerte y el hecho de que todos tenemos en nuestro reloj de vida un tiempo y una hora marcados para esto, pero al enfrentarme a la muerte de mi hermano me di cuenta que no, no estaba realmente preparada, fue y ha sido uno de los duelos más duros y difíciles de afrontar, hoy lo estoy contando porque sé que logré sobre llevar mi duelo con las herramientas y las personas que tuve a mi alrededor, de la mejor manera posible y de una forma muy individual y personal. Mi vida parecía un torbellino que no tenía principio ni final, pasé por todas las etapas: la negación, ira, negociación, depresión hasta llegar a la aceptación. Mi duelo fue muy distinto al que vivieron mis padres (o que aun están viviendo), para quienes estoy segura que ha sido mucho más complicado pero que hoy en día lo han podido trabajar gracias a terapias tanatológicas y resiliencia propia.

Recuerdo cuando falleció mi amiga Liz, mis días siguientes a su funeral fueron como un sueño, iba y venía por la vida como un un zombie, nuestra amistad y cercanía nos llevó casi a convertirnos en una misma, fui su confidente y hermana, creo saber muchas más cosas sobre ella que no cualquier persona sabe, muchas cosas nos quedaron pendientes por compartir y en ese momento no supe qué hacer o cómo seguir viviendo. Desde que me contó que padecía cáncer hasta el día en que me pidieron que fuera a verla al hospital un par de días antes de que falleciera. Ese fue mi primer duelo complicado, para mí la muerte era solamente de las personas mayores, no de alguien de mi edad, en ese entonces 27 años. En este proceso de duelo descubrí que podía expresar mis sentimientos a través de un diario que fui escribiendo para Liz, un cuaderno que se convirtió en mi mejor compañero de vida, pues a través de las letras pude entender y superar lo que sucedió, no me di cuenta de lo bien que me hizo todo esto hasta tiempo después, quizás fue en el momento en que superé ese duelo.

Con mi hermano ha sido completamente distinto, pues de cierta manera no vimos venir su muerte, en mi mundo de fantasía nos imaginé siendo viejitos compartiendo y hasta viviendo juntos, es por ello que nos tomó completamente por sorpresa y quizás que a él también; aunque de cierta manera creo que lo llegó sentir o por lo menos intuir, siempre nos decía que "él se iba a ir", solo que no dijo que sería tan pronto. En esta ocasión mi duelo no me volvió un zombie, pues al ser yo el único apoyo de mis padres prácticamente me lo pasé en un dos por tres, en cuestión de unos meses, a raíz de esta experiencia de vida entendí más sobre el proceso de la muerte y perdí el temor a perder a mi familia o a mis seres queridos (aunque no quiere decir que esto no me importen), entendí que no es cuando yo quiera o como yo quiero que sea, que tengo que disfrutar y vivir cada día, minuto y segundo que vivo con las personas que se encuentran a mi alrededor porque todos tenemos una marca en la línea de vida y no sabemos cuando llegue a su final. Aprendí a despedirme de ellos, a realizar mi proceso de soltar, hablar claro de la muerte con todas sus letras, a guardar y atesorar las enseñanzas que las personas dejaron y están dejando en mi vida, a expresar mis sentimientos, a ayudar, ser mucho más empática, a seguir escribiendo y compartir el legado que quiero dejar en cada una de las personas que se encuentra  en mi entorno y como quiero trascender dejando huellas positivas.

La muerte me ha enseñado la posibilidad de saber que la vida es muy valiosa, por lo que tengo que darle un lugar a la belleza y a la felicidad, a la plenitud completa de mi ser. Estar consciente de que la belleza y la felicidad no se encuentran, se construyen trabajando en mi yo interno día a día. A no dejar de maravillarme con la vida, a sorprenderme de las cosas simples, a saber qué problemas son los realmente graves, qué cosas son las que no tienen solución. Me ha enseñado a ser una mejor persona muy por encima de las personas que me tope en el camino, a no perder mi objetivo de vista, a ser agradecida, sobre todo esto.

Aprendí que nadie sabe más del dolor que la persona que lo está viviendo, que nadie más lo podemos comprender porque es individual, se experimenta y atraviesa de manera personal, aprendí a acompañar en silencio a mí misma y a las personas a mi alrededor, aprendí a preguntar ¿Cómo estás? y a detenerme a escuchar la respuesta, aprendí que puedo ser un rayo de luz para otros y que pueden ser ellos también un rayo de luz para mí.



Hasta la próxima. Gracias por leer.





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